miércoles, 17 de septiembre de 2008

Telepoesía cuántica




Toco tu boca de cristal, la toco aunque sé que no es bueno acercarse tanto a la pantalla debido al efecto de la radiación en los ojos. Primero con la punta de la nariz y luego con la frente, para así poder verte muy de cerca, en Alta Definición.
Te miro, de cerca te miro y te veo por dentro, y comienza ese juego de la deconstrucción bidimensional de tu rostro. Tan cerca, tu cutis está maquillado por una trama de píxeles RGB. Estallan en tus pupilas microvoltajes de temperatura azul.
Penetro en la trama y más allá del cristal aparece un cuervo. Un cuervo con alas lentas que en pleno vuelo deja una estela infinita y su batir de alas no es más que la retroalimentación de tu imagen en mis ojos. El cuervo desciende en picado, se hunde en el abismo electrónico de tu frente. Yo intento seguirle y aplasto mi cara contra el cristal-permanecerá allí días, la huella-, y entonces un latigazo de energía estática sacude mis labios y ese sabor es como el sabor de una ciudad a punto de ser sacudida por una tormenta, el sabor de tu saliva decodificada.
El aire que circunda las oquedades de nuestras bocas ha sido ionizado y ahora solo me falta entrar, apartando con mis brazos cada píxel. Estoy en el microuniverso de tu rostro, asentando normas para una telepoesía cuántica.
Y ahora, totalmente atomizado, al fin me rodeo de ti, escucho el eco de tus noticias pesimistas leídas en el teleprinter con deliciosa seguridad, cada tarde, a las 15.00 horas.
“El paso del huracán Ike se ha cobrado al menos 180 muertos”, dices.

1 comentario:

Hongos dijo...

Este me ha erizado bastante (obviamente, es un piropo).