jueves, 6 de noviembre de 2008

¡El travelling, por Dios, el travelling!


Un sexo depilado que no parece estar lo suficientemente húmedo como para ser acariciado por ese dedo de uña tan larga y bien recortada, pintada con laca blanca. El zoom de la cámara que retrocede reduciendo el sexo para que aparezca el resto de Tatiana ofreciendo su producto. Tatiana perfectamente desnuda, las piernas en forma de M, sobre una cama con un edredón azul estampado con 101 dálmatas adorables, un rollo de papel higiénico, un peluche y un icono de la Virgen sobre la mesilla. Tatiana lleva un auricular y un micrófono de diadema y está hablando con alguien, pero no con Luigi que tiene 15 años y una contraseña para entrar en ciertas páginas web. Luigi, que está frente al ordenador, con sus espinillas alteradas, sentado en una butaca giratoria en la postura del piloto de helicópteros. La página de Tatiana está memorizada en primera posición de Mis Favoritos y basta con un clic para que ella se manifieste. Luigi está más enamorado de Tatiana que de cualquier chica de su instituto, la realidad es una amenaza para él. En poco tiempo una ola de calor sacude su cuerpo y sus mejillas se sonrojan a punto de perder el control del helicóptero. Si ésta no fuera una de tantas veces, no se habría olvidado de cerrar bien la puerta de la habitación. Su madre que se asoma y ve el respaldo del asiento, y un movimiento constante de su hijo que no deja lugar a dudas, sobre todo ante la imagen de Tatiana desnuda en la pantalla. La madre no dice nada porque está más avergonzada que ofendida y por nada del mundo quisiera que su hijo la sorprendiera en el acto de mirar como se masturba. Se marcha al salón, evitando hacer ruido con sus pasos, pisando el entarimado como si avanzara por una delgada capa de hielo, pensando que quizás haya un momento adecuado para hablar con Luigi acerca de lo sucedido, tal vez el fin de semana ó durante los próximos años ó en su lecho de muerte. La madre se llama Berta y se sienta junto al ventanal del salón para contemplar una ciudad desesperante, que debería proporcionar mucho más de lo que ofrece. Una ciudad del siglo pasado en la que los vagones del metro pasan a la altura de las ventanas y el aire transporta partículas cancerígenas de CO2 y un aroma a hierro candente. Un pasajero observa la cara pensativa de Berta tras el cristal de la ventana del vagón y si afinara muy bien la vista hasta podría llegar a ver el resplandor del monitor en la habitación de Luigi, al fondo del pasillo. El pasajero va pensando en algo referente a la memoria y la cara absorta de esa mujer resulta ser una coincidencia metafórica y subliminal, tal vez el reflejo de su propia desolación. El pasajero se llama Tomás y va a visitar a su padre recluido en una residencia, pero aún no tiene conciencia de que se ha pasado un par de estaciones. Tomás lleva un periódico de tirada gratuita sobre las piernas y en la portada se ve a un joven con una raqueta en la mano y debajo un titular: COLAPSO. Al parecer, el tenista, cuyo nombre es Máximo, no fue capaz de sacar la última bola, la definitiva, la que le daba la victoria en la final de Wimbledon. Se desconocen los motivos que provocaron que nunca llegara a ejecutar dicho saque. Ha sido internado en un hospital, está sedado y permanece en observación. La mujer que vigila las constantes vitales de Máximo es la enfermera-jefe del turno de la mañana y se llama Gladis, aunque en esencia no es una mujer, pero esto último es un secreto estrictamente guardado. Gladis toma nota del pulso del chico y siente lástima. Coge su mano derecha -en la izquierda aún sigue aferrada la match-ball- y se la pasa por su propio rostro imaginando que recibe una caricia de él, compartiendo su compasión y su necesidad con el joven sedado, Máximo, con un cerebro en hibernación al que esperan cientos de periodistas para informar a todo un país y a todo el mundo sobre las causas de la pérdida de conciencia de su ídolo y así, reconstruir una historia a base de titulares sobre la desgracia humana, palabras mayúsculas al fin y al cabo, que le encumbrarán aún más que si hubiese ganado ese partido. Uno de esos periodistas se ha disfrazado de enfermero y ha burlado los controles del hospital. Ahora se está asomando a la puerta de la habitación y sorprende a Gladis acariciándose con la mano del tenista. Saca la foto perfecta. Gladis mañana formará parte de una portada junto al ídolo que ocupa el mismísimo centro de la actualidad. Sus secretos pronto estarán disponibles para el consumo comunitario. El periodista que ha hecho la foto se llama Marcelino y casualmente es el hermano menor de Berta, tío de Luigi. Marcelino sale del hospital ocultando su cámara bajo el disfraz de enfermero y atraviesa el parking con una expresión victoriosa porque sabe que la fotografía que transporta es el golpe de suerte que necesitaba para, no solo no ser despedido de la redacción de esa mierda de periódico gratuito, sino que puede ser la credencial definitiva para ser fichado por El País. Está tan ensimismado construyendo un cuento de la lechera, en el que se concatenan una serie de eventos que irremisiblemente le llevan al éxito, que no repara en una motocicleta de alta cilindrada que se le acerca por detrás. El conductor intenta arrebatarle la cámara de un tirón y Marcelino no la suelta, siendo arrastrado por el cemento antideslizante del parking durante más de cincuenta metros, hasta que sale despedido y empotra su cabeza en el cristal de la ventanilla de un coche Audi A5, perteneciente al director del hospital. El conductor de la moto se da a la fuga con la cámara, escapa a toda velocidad atravesando avenidas llenas de coches. Acelera porque ha visto un coche de policía a la salida del parking y, sin duda, también se han percatado de como el periodista se empotraba contra el A5. Le persiguen, porque puede escuchar la sirena aullando tras él y es una gran putada porque la moto es robada, bueno, en realidad se la ha cogido a su padre, al cual no le gustará para nada verse involucrado en un problema con la policía, un asunto tal vez insignificante pero que podría sacar a la luz, si alguien sabe tirar bien del hilo, su red de prostitución de menores rusos en páginas web. Así que el motorista, que se llama Boris, acelera más y más y huye atravesando la ciudad, perseguido por un par de lecheras que se han unido a la fiesta -vete a tú a saber de dónde han salido-, saltándose semáforos y direcciones prohibidas hasta llegar a una calle que ha sido cortada por el rodaje de una película llamada “La mariposa y el filósofo”. Ante la imposibilidad de avanzar, Boris deja tirada la moto y continúa a pié. En plena fuga, para no enmarronarse más, lanza la maldita cámara de fotos junto a unos hierros que hay tirados en el suelo. Dichos hierros no son unos hierros cualquiera sino los raíles de un travelling, indispensables para la escena que se está rodando de la película anteriormente citada y provocará que las ruedas del vagón donde va la cámara de cine se atasquen –reventando la cámara de fotos- y el director de la película, que se llama Darren Aronofsky, grite como un poseso enloquecido: El travelling, ¡por Dios!, el travelling ¿Qué está pasando con el puto travelling? (aunque eso lo gritará en inglés) y acto seguido, informado de que todo se debe a un problema técnico relacionado con un objeto que ha obstruido los raíles, se retire a su caravana, visiblemente enfadado porque su largo plano secuencia se ha ido a la mierda de nuevo y hasta se llegue a plantear los motivos por los cuales aceptó trabajar en una coproducción y si no sería mejor cambiar el título de la película por algo así como “Perdidos en el caos”.

5 comentarios:

Hongos dijo...

Tío, esto es alta cocina. Tal como harían en la revista HeavyRock, te doy 5 calaveras de puntuación.

Javier Sales Melgarejo dijo...

Sinceramente... gracias por tu santa paciencia. Me pareció que podría ser imposible que alguien se leyera todo este rollo entero en una pantalla. Gracias, gracias, snif, snif.

Susana Guerrero dijo...

Me encanta. Genial, ágil y rápido. Como un hilo vas enredando las historias. No hay manera de parar porque el ritmo te hace leer cada vez más rápido. La misma sensación que cuando soñando vuelas.

Javier Sales Melgarejo dijo...

Más de mil gracias por tu esfuerzo lector, cariño. Me ha hecho ilusión verte por aquí.

Carlos Rivero dijo...

Del primer plano de una vulva a la perdición en el caos... La vida humana nace y muere con el desplazamiento lineal de este travelling.

Otras cinco calaveras y ya tienes diez.